- Dos cóndores de los Andes fueron hallados muertos ayer cerca del páramo Almorzadero en Santander, una pérdida que al parecer fue por envenenamiento.
- El primer censo nacional de esta ave insignia de Colombia, realizado en febrero de este año, arrojó la presencia de 63 cóndores en varios puntos del país, una cifra bastante inferior a lo que se esperaba.
- Según el segundo volumen del Libro Rojo de las Aves de Colombia, publicado en 2017, se estiman 100 a 150 individuos en vida silvestre en el país.
- El Instituto Humboldt rechaza cualquier atentado o agresión contra la fauna silvestre nacional, en especial de una especie insignia e importante como el cóndor de los Andes, catalogada En Peligro Crítico de extinción.
La biodiversidad colombiana está de luto. Ayer, en horas de la mañana, dos cóndores de los Andes, una especie exclusiva de Sudamérica, fueron encontrados sin vida en zonas rurales del municipio de Cerrito en Santander, cerca al páramo Almorzadero.
Un cóndor macho adulto fue hallado en la vereda Platera Baja, y una hembra en la vereda Tinaja en el sector de Siote. Según informó la Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS) hay una alta probabilidad de que hayan muerto a causa de envenenamiento. Los cuerpos de estas aves fueron trasladados a Medellín donde se les practicarán los exámenes pertinentes para determinar la causa de su muerte.
“Por años, esta especie ha estado amenazada por un conflicto humano con la fauna que ha sido difícil de resolver, y que está llevando a su extinción pese a los esfuerzos que se han hecho de repoblamiento”, aseguró la CAS en un comunicado de prensa.
El Instituto Humboldt, como entidad encargada de investigar y estudiar la biodiversidad colombiana, lamenta la muerte de estas aves emblemáticas del país.
“Estamos perdiendo una de las especies de aves más reconocidas del territorio nacional. En Colombia, el cóndor de los Andes (Vultur gryphus) está considerado como una especie En Peligro Crítico de extinción, situación que se agrava mucho más con hechos como los registrados en Santander”, dijo Hernando García Martínez, director del Instituto Humboldt.
Este hecho se suma a los preocupantes resultados del primer censo del cóndor de los Andes, que reportó tan solo 63 cóndores avistados. El censo, realizado en febrero de este año y liderado por la Fundación Neotropical en colaboración con diversas organizaciones e investigadores, desplegó un esfuerzo sin precedentes para buscar estas enormes aves en 84 localidades del país.
“Aunque es un resultado parcial, este número es inferior al estimado previo al censo. Si consideramos las proyecciones del Libro Rojo de las Aves de Colombia, que estima entre 100 a 150 individuos en estado silvestre, la pérdida de estas dos aves representaría casi el 2% de la población colombiana quizás más, una verdadera tragedia ambiental”, enfatizó el director del Humboldt.
Por su parte, David Ocampo, ornitólogo y curador de la colección de aves del Instituto Humboldt, mencionó que esta especie de la familia Cathartidae, a la cual también pertenecen los chulos, gualas y gallinazos, cumple importantes funciones en la naturaleza a través de su dieta basada en carroña.
“En el caso de especies tan grandes como el cóndor, se asume que los tamaños poblacionales son pequeños y los requerimientos de territorio y alimentación son gigantescos. Para contrarrestar esto, estos animales son muy longevos para reproducirse y mantener las poblaciones. Por eso, cuando se pierde un solo individuo el impacto es gigante en la población”.
Ocampo añade que cuando se impacta la biodiversidad en términos de poblaciones saludables de una especie, también se pierden importantes funciones y servicios ecosistémicos que proporcionan. “Es fundamental documentar el estado poblacional del cóndor en Colombia y los aspectos de su historia natural, lo que requerirá avanzar en esfuerzos de monitoreo, conservación y educación involucrando a las comunidades rurales que tienen contacto directo con la especie en su día a día”.
De acuerdo con Juan Sebastián Restrepo-Cardona, ornitólogo y consultor para National Audubon Society, los cóndores cumplen un papel fundamental en los ecosistemas al reducir la probabilidad de dispersión de enfermedades que pueden afectar la salud pública. “También tienen una gran importancia socio-cultural ya que hacen parte de la cosmovisión de diferentes culturas a lo largo de los Andes”.
Restrepo-Cardona precisó que, en Colombia la mayoría de los casos de cóndores que fueron envenenados o recibieron disparos en años recientes ocurrieron en Santander, “por lo cual es necesario incrementar los esfuerzos para la conservación de la especie en ese departamento, principalmente para prevenir y mitigar el conflicto humano-cóndor. Con la Fundación Neotropical y la Fundación Cóndor Andino Ecuador, estamos cuantificando las amenazas del cóndor de los Andes en el norte de Suramérica”.
El cóndor andino es además una especie ‘objetivo’ para cientos de avituristas que visitan y recorren el país en busca de esta increíble ave. De acuerdo con un estudio de Conservation Strategy Fund y Audubon de 2016, se calcula que el aviturismo podría generar hasta 8 500 empleos en zonas rurales en Colombia.
El Instituto Humboldt hace un llamado a la ciudadanía de las áreas rurales para conservar este representante de la avifauna colombiana y símbolo patrio. “Si continuamos con esta práctica nefasta de ataques contra el cóndor de los Andes, la única parte donde apreciaremos su belleza será el Escudo nacional. Debemos unirnos como sociedad para evitar que eso suceda” enfatizó García.
Información de contexto:
Acorralado por el hombre
El cóndor de los Andes es un ave única de Sudamérica que se distribuye a lo largo de la cordillera de los Andes, desde el sur de Chile y Argentina hasta el occidente de Venezuela. Aunque habita en zonas desde el nivel del mar hasta las nieves perpetuas, prefiere los sitios entre los 1800 y 5200 metros de elevación.
Según el Libro Rojo de las Aves de Colombia, volumen II, documento editado por la Universidad Javeriana y el Instituto Humboldt, su distribución en Colombia es discontinua y se puede observar en los nevados, páramos, zonas secas, bosques altoandinos, potreros y mosaicos de hábitats naturales e intervenidos.
“Aunque sobrevuela una gran diversidad de hábitats, el cóndor de los Andes presenta una baja tolerancia a la transformación del paisaje por sus requerimientos de vuelo, alimento y reproducción. Debido a su gran tamaño, depende de corrientes de viento ascendentes para poder planear”, cita el libro.
El hombre es el protagonista indiscutible de la cercanía a la extinción de esta ave que puede alcanzar una longevidad de hasta 75 años en cautiverio. Entre sus principales amenazas están el deterioro y transformación de sus hábitats como consecuencia de los asentamientos humanos y la expansión de la frontera agropecuaria hacia los bosques andinos y páramos.
A esto, según el Libro Rojo, se suma la cacería por parte de los campesinos, ya que consideran equivocadamente al cóndor como una amenaza para el ganado. “Indirectamente, los cóndores mueren al consumir restos de animales envenenados que se usan para controlar depredadores del ganado, como zorros, pumas y perros”.
El Libro Rojo de las Aves de Colombia también revela que estas aves mueren al consumir animales que fueron atacados por los cazadores, ya que consumen restos que quedan contaminados con el plomo de las balas. “Otra fuente de mortalidad, principalmente en los juveniles, es la colisión con estructuras como líneas de transmisión eléctrica y torres de comunicación”.
Sus amenazas también llegan al ámbito cultural. En algunas partes del país los cazan por la creencia de que su cuerpo tiene propiedades curativas, “lo que ha conducido a la captura de individuos. Pero actualmente no hay información que indique que en Colombia todavía se lleva a cabo este tipo de actividad”, afirma la publicación de la Javeriana y el Humboldt.
En el inicio de la década de los 80 la población de cóndor andino en Colombia había quedado restringida al nororiente, en sitios de la Sierra Nevada de Santa Marta, Serranía de Perijá y el páramo de Cáchira. Sin embargo, a partir del 2000, y de la mano de programas de reintroducción, se han evidenciado registros de la especie en nuevas localidades, en donde la especie había estado ausente por lo menos durante 10 años”, afirma el libro.