Desde su descripción para la ciencia y su último avistamiento, varias han sido las actualizaciones sobre el estado de conservación del pez graso o runcho Rhizosomichthys totae), especie considerada endémica del lago de Tota y pariente taxonómico cercano del pez capitán de la sabana (Eremophilus mutisii), con el que es confundido a menudo por pescadores de la zona. El misterio sobre el lugar de origen exacto de las únicas muestras conocidas es precisamente la razón por la cuál su estado de conservación ha sido recategorizado en diversas ocasiones. Se declaró como Extinto (Ex) en 1994 por la UICN; luego, en el 2012, el Dr. José I. Mojica del Instituto de Ciencias Naturales-ICN de la Universidad Nacional de Colombia ratificó esta clasificación en el Libro rojo de peces dulceacuícolas de Colombia y, nuevamente en el 2014, la UICN cambia su estado a En Peligro Crítico con el que aún se mantiene considerando que se requiere de mayores esfuerzos en su búsqueda antes de declararlo extinto.
“Determinar que una especie de pez de agua dulce o de mar está extinta en estado silvestre es una declaración compleja e incluso arriesgada, pues no solo se requiere información histórica de línea base fundamental como monitoreo y registros en el medio ambiente, sino que también es absolutamente necesario realizar muestreos exhaustivos usando todas las metodologías disponibles”. Carlos Lasso, coordinador científico del proyecto “Búsqueda del pez graso” e investigador del Instituto Humboldt.
Hoy, más de 60 años después del primer y único registro, un grupo de investigadores de la Universidad de los Andes y el Instituto Humboldt, con el apoyo financiero de Shoal Conservation y Re:Wild a través de la Fundación Isla de Agua y el respaldo de Corpoboyacá, continúan su búsqueda. Esta vez, el equipo de científicos hace uso del metabarcoding, un método que consiste en recolectar muestras de agua en puntos estratégicos del lago de Tota y otros cuerpos de agua adyacentes para luego aislar e identificar el material genético (ADN ambiental) que se encuentra en ese medio y que proviene de los diferentes organismos que allí habitan. Los pequeños fragmentos de ADN son enviados al laboratorio y secuenciados para después caracterizar cuáles pueden ser las especies que, en este caso, habitan en el lago de Tota.
Y es que la búsqueda de esta especie en Colombia inició en 1999, sumergiendo líneas de anzuelos y trampas con carnada en diferentes sectores del lago, haciendo colectas manuales e incentivando la búsqueda con los pescadores locales mediante recompensas, pero no hubo resultados. En 2001 se realizó un nuevo esfuerzo instalando redes agalleras en el fondo del lago, pero tampoco se capturó al pez graso.
Actualmente, las técnicas tradicionales como las redes agalleras o de enmalle se complementan con inmersiones de buzos científicos en el lago ubicado a más de 3000 m s. n. m., en aguas oscuras con visibilidad de menos de 1 m, a temperaturas muy bajas y a más de 20 metros de profundidad para recolectar muestras manualmente. Adicionalmente, se ha implementado el uso de redes de profundidad, exploraciones nocturnas, entre otras metodologías y formas de muestreo que puedan dar pistas adicionales sobre el paradero del escurridizo pez graso.
¿Y qué pasaría si el pez graso está realmente extinto? Sería la primera especie de pez de agua dulce catalogada como Extinta en Colombia e incluso en Latinoamérica, pero aún falta aplicar otras técnicas que podrían resolver el misterio de si el pez es realmente endémico del lago o su descripción podría estar errada, lo que abre el horizonte a colaboraciones interdisciplinares.
Mientras llegan los resultados del análisis del ADN ambiental, los investigadores complementan su búsqueda mediante la aplicación de metodologías de las ciencias sociales que les permitan encontrar cualquier referencia de esta especie en años anteriores (1500 a 1600) mediante la revisión de los archivos generales de la república, diarios de los jesuitas, información de prensa e incluso registro de la dieta de los muiscas.