La orquesta de la naturaleza colombiana que reposa en un pueblo colonial de Boyacá
autor
Jhon Barros
publicación
1.1.23
La Colección de Sonidos Ambientales Mauricio Álvarez Rebolledo almacena más de 25.000 sonidos de la fauna nacional. ¿Qué tesoros guarda?
En los años 80, Mauricio Álvarez Rebolledo, biólogo de la Universidad de los Andes y ornitólogo de vocación, empezó a conocer cómo sonaba la biodiversidad colombiana con apenas una grabadora de cassette y un micrófono unidireccional.
Su primer muestreo de sonidos fue en el río Duda, uno de los afluentes del río Guayabero en el Meta, cuando trabajaba en la estación biológica del Centro de Investigaciones Ecológicas La Macarena. Con el paso de los años, Álvarez fue agudizando su oído y recopilando información única sobre las melodías de la naturaleza, en especial de aves.
En 1993, este biólogo bogotano ingresó al Instituto Humboldt y dada su experiencia en el uso de información sonora para muestrear aves, propuso incluir la toma de datos acústicos dentro del inventario de biodiversidad del país que lideraría el Instituto Humboldt. Los primeros audios fueron el material que Mauricio recolectó en La Macarena y otros lugares de la Amazonia colombiana.
“La colección fue fundada en 1998 con el nombre de Banco de Sonidos Animales, un hito que fue liderado por Mauricio, quien se desempeñaba en el instituto como coordinador del Grupo de Exploración y Monitoreo Ambiental (GEMA). Todos los sonidos que recopiló desde los 80 fueron la primera piedra para construir este lugar”, asegura Orlando Acevedo Charry, curador de la Colección de Sonidos Ambientales del Humboldt entre 2018 y 2021.
Este hito en el estudio de la biodiversidad nacional fue tomando forma gracias a la asesoría de la Biblioteca de Sonidos Naturales (Library of Natural Sounds) de la Universidad de Cornell, hoy llamada Macaulay Library.
La Colección de Sonidos Ambientales tiene sonidos que representan más de 1.200 especies entre aves, anfibios, mamíferos y peces. En la foto el investigador Diego Gómez. Foto por: Santiago Ruiz
La orquesta de la naturaleza de Colombia, que está dentro del claustro de San Agustín, un antiguo convento religioso en Villa de Leyva donde funcionan las Colecciones Biológicas del Instituto Humboldt, empezó a nutrirse a través de las expediciones lideradas por Álvarez y su equipo que tenían como fin estudiar las aves de varias zonas del país, como en los Andes, sus estribaciones y la Amazonia.
“Una de las obras más representativas fue la compilación de sonidos de aves de los Andes colombianos, trabajo que arrojó siete CDs repletos de cantos de la avifauna de los Andes colombianos, un insumo realizado en convenio con Macaulay Library de la Universidad de Cornell”, recuerda Acevedo.
La magia de Chiribiquete
Entre 2000 y 2002, el GEMA realizó varias expediciones en el Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, viajes en los que Álvarez logró grabar más de 3.500 sonidos de la fauna, la mayoría de aves.
Un trabajo pionero en Colombia y en el mundo, ya que no hay otro lugar que cuente con los sonidos de Chiribiquete en esa época, antes de que la deforestación arrinconara el territorio.
El canto de la esmeralda de Chiribiquete (Chlorostilbon olivaresi), un colibrí endémico de esta serranía, es una de las joyas más representativas de las muestras de audio de Álvarez, que también incluye sonidos de primates y de ambiente como de los ríos y los bosques.
Con el paso de los años y el desarrollo de nuevas tecnologías para captar los sonidos de la naturaleza, el Instituto Humboldt empezó a consolidar su colección de sonidos, hoy catalogada como una de las más importantes de América Latina.
“Como homenaje al trabajo pionero en los sonidos de la naturaleza nacional de este biólogo y ornitólogo bogotano, que lleva más de 25 años estudiando las melodías de la biodiversidad, la colección del Humboldt lleva como nombre Mauricio Álvarez Rebolledo. Por ejemplo, gracias a él hoy podemos viajar a Chiribiquete a través de los sonidos que él grabó”, concluyó Acevedo.
Así se graba la naturaleza
El equipo actual de la colección de sonidos tiene investigadoras e investigadores expertos en acústica de anfibios, aves y murciélagos. En la foto la investigadora Alexandra Buitrago. Foto por: Felipe Villegas
Las técnicas para grabar los sonidos naturales han evolucionado bastante en los últimos años. Por ejemplo, la grabadora de cassette que Álvarez llevó a todas partes desde los 80, fue reemplazada por métodos mucho más novedosos y precisos.
Cada expedición pretende grabar la huella acústica de los lugares. Para esto se usan dos metodologías: micrófonos direccionales, algunos acoplados a engorrosas parábolas, que permiten apuntar con precisión y estudiar los sonidos de un individuo en especial y grabadoras automáticas para captar cómo suenan los paisajes durante ciertos horarios.
Las dos técnicas son complementarias y así se graba toda la orquesta de la biodiversidad colombiana.
Todos los sonidos que son captados en las expediciones luego son procesados por los investigadores para almacenarlos en la colección de sonidos, un material que puede ser consultado a través de plataformas como SIB-Colombia, GBIF y CEIBA.
Los impactos que puede ocasionar el cambio climático en los sonidos de la naturaleza, es un tema que el equipo de la colección de sonidos tiene en la mira para desarrollar a fondo. “Podemos comparar cómo han cambiado los sonidos de los animales en los últimos 20 años, tanto en sitios bastante impactados por la deforestación como en los lugares más vulnerables al cambio climático. Esto arrojaría datos de cómo esas presiones afectan la comunicación de los animales y sus interacciones”.
Chiribiquete podría ser un proyecto piloto para este trabajo, ya que los insumos recopilados por Álvarez a principios de la década de los 2000 podrían compararse con los sonidos actuales del área protegida. “Esto nos permitiría medir si han cambiado las señales acústicas de los organismos en respuesta a presiones ambientales o humanas”, afirma el investigador Acevedo.
Melodías únicas
La Colección de Sonidos Ambientales abarca el 75 por ciento de las aves endémicas. En la foto la investigadora Eliana Barona. Foto por: Daniela Martínez Medina
Además de los sonidos de la biodiversidad de Chiribiquete, los más de 25.000 audios de la colección del Humboldt albergan tesoros ocultos que son de suma importancia para el estudio de la naturaleza.
En la colección reposa el primer sonido grabado del tororoi de Cundinamarca (Grallaria kaestneri), canto que fue grabado en Guayabetal por un ciudadano que trabajaba en la Embajada de los Estados Unidos y el cual permitió concluir que se trataba de un ave no solo endémica de Colombia, sino con una distribución muy restringida, de tan solo unos pocos kilómetros en las estribaciones orientales de la cordillera Oriental.
Este tororoi, ave con un tamaño de 10 centímetros, cola corta y patas largas, es una de las especies más difíciles de observar, ya que permanece camuflada en lo más profundo de los bosques. Por medio de sus sonidos, también se pudo determinar nuevos registros en una zona del departamento del Meta, en San Juanito.
Otro ejemplo es el del canto del tapaculo de Alto Pisones (Scytalopus alvarezlopezi), que también está en la biblioteca de sonidos del Humboldt, un ave que según Acevedo estuvo más de 20 años sin nombre propio. “Hace unos años, unos científicos unieron esfuerzos y lograron colectar algunos especímenes y grabar más sonidos, insumos que culminaron en el bautizo taxonómico con un nombre para esta ave endémica de la cordillera Occidental de los Andes de Colombia”.
Otra joya sonora por parte de las aves es el cucarachero de pantano, el cual cuenta con dos subespecies únicas en el país: uno de los humedales de la sabana de Bogotá y otro de las zonas de páramo del altiplano cundiboyacense.
La colección cuenta con audios recientes de este cucarachero de los páramos de los Parques Nacionales Naturales Pisba en Socota y Sumapaz al sur de Bogotá, una especie muy amenazada por la pérdida de hábitat. De la otra subespecie no hay registros recientes en la colección.
Los sonidos no son exclusivos de la avifauna. En la colección del Humboldt hay varias muestras sonoras de mamíferos, de hecho, se tienen las huellas acústicas de dos de cada tres primates de Colombia. También, se salvaguardan sonidos de anfibios, como ranas de cristal, ranas dardo y ranas de lluvia, o insectos como grillos, cigarras, escarabajos y hormigas e incluso hay sonidos emitidos por peces.
“Lo curioso es que los pescadores de la zona ya conocían muy bien estos sonidos y los usaban para pescar. Cuando hay mucha subienda, estos peces emiten un sonido similar a un ronquido para reproducirse. También hay otros peces que usan señales eléctricas que se pueden identificar con sonidos, un tema en el que trabajamos hace algunos años con Colciencias”.
“Escuchando” el futuro
Contar con la colección de sonidos más grande de Colombia y una de las más importantes de Latinoamérica es un título de suma importancia. Sin embargo, el estudio en acústica de la biota colombiana es una ciencia que aún tiene mucho que explorar, escuchar y contar.
De hecho, el equipo actual de la colección de sonidos ha crecido y hoy en día tiene investigadoras e investigadores expertos en acústica de anfibios, aves y murciélagos, quienes junto con el actual curador, Hoover Pantoja, han hecho una revisión muy cuidadosa de la cobertura de la Colección de Sonidos en términos de biodiversidad.
“Tenemos más de 25.000 archivos de audio de la biodiversidad de las regiones de Orinoquia, Amazonia, Andes y cada vez más registros del Caribe y del Pacífico. Esto representa más de 1.200 especies entre aves, anfibios y mamíferos, abarcando cerca del 75 por ciento de las aves endémicas”, asegura el equipo actual de la Colección de Sonidos Ambientales del Humboldt.
Además, este equipo viene trabajando en diferentes proyectos que involucran la caracterización acústica como línea base de investigación, con gran potencial en temas de conservación, ecología y taxonomía. A su vez, buscan aumentar la representatividad taxonómica y geográfica de la Colección.
Para este equipo es muy importante integrar esta labor con diferentes sectores de la comunidad. “Un proyecto a futuro es que los ciudadanos puedan registrar estos sonidos en la colección del Humboldt, un trabajo que requiere de mucha dedicación porque los audios deben estar preparados y procesados para ingresar con toda la rigurosidad posible en la colección. Tenemos el sueño de crear una aplicación que se pueda conectar con nuestro repositorio y así ayudar a identificar las especies en campo para los usuarios mientras ellos proveen sonidos desde diferentes rincones de Colombia, una forma de quid-pro-cuo con nuestros usuarios y donantes de audios”, concluyó el equipo de la Colección.